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jueves, 13 de noviembre de 2008

Semillaz

Publicado por kitsch



José le preguntó la hora a una señora que cruzaba el camino de su vida, un día jueves después de uno de sus nuevos talleres de escultura. Él no acostumbraba preguntar la hora, ni tenía reloj, no le gustaba ser esclavo de nada, menos de algo que lo terminaba matando en sí. Al encender las luces callejeras de color naranja se marcaba la tarjeta de su segundo trabajo y José caminaba las diez cuadras de su taller al parque Lleras. Estas diez cuadras eran el tiempo que él le dedicaba a su familia la cual ya solamente existía en su pensamiento debido a la separación de su esposa y el desplazamiento de sus hijos, que a través del arte los había logrado convertir en profesionales independientes y sólidos.
A las ocho de la noche el parque Lleras se empezaba a llenar, los “hippies” en sus puestos ya organizados y ofreciendo de sus mercados creaban un ambiente único, se empezaba a sentir el olor a alcohol y una mezcolanza de colonias y perfumes, un olor al que José después de tanto tiempo no se había podido acostumbrar, refiriéndose al olor como algo raro. El bullicio de los carros y la música que proviene de todos los rumbeaderos creaban un ruido del cual solo se puede entender un chis pun mientras cada uno va en su cuento, muchos a quitarse el estrés que les produce el recorrido de la semana; rumbeando, tomando, los Emos a mostrar la ropita nueva y otros a ganarse la vida, ahí sentados vendiendo artesanías con una sonrisa y una palabra de ánimo para la gente que pasaba por ahí. Hace veinte años estaban ahí sentados con su arte, en un lugar donde en realidad no cuadraban y que para cualquier otra persona, a lo mejor, todavía está fuera de contexto. Pero si llegaran una día a faltar para la gente de Medellín el parque Lleras perdería su esencia.
José Antonio también conocido por sus compañeros como “semillas” por su anterior dedicación a trabajar con ellas, está sentado tejiendo su cinturón de cuero a mano con cuidado y mucho amor, observando toda la gente que pasa a su alrededor. Con un poco de angustia y frustración dice, “llevo horas haciendo esta correa y la gente se enoja porque cobro 25 lucas, que valoren el trabajo” y aún sigue en lo suyo, tejiendo, pero a José no le importa la plata " yo no vivo de eso”, el dice “hay seres que son tan pobres que no tienen sino dinero”, el sólo espera que su trabajo sea valorado. Es algo que le duele pero no lo roba de su felicidad, una felicidad con un sabor muy distinguido a libertad y pasión que lo esclavizará toda su vida nocturna.